La justicia es lo que caracteriza al Reino de Dios.
La injusticia es lo que caracteriza al reino del infierno.
Y esa fue la razón del divorcio entre la criatura y el Creador.
El Dios Padre escogió a Abraham para generar un reino de justicia. Sería diferente a los demás reinos de la Tierra.
Se estableció entonces el reino de Israel. Pero este también quebró la alianza con el Creador.
De Israel el Señor Dios trajo Su Hijo al mundo. A partir de Él nació el Reino de Dios en la Tierra. Reino establecido en el corazón de Sus seguidores.
Al obedecer las reglas, las leyes, los mandamientos o la Palabra de Jesús, los seguidores se convierten en ciudadanos del Reino de Dios.
Sin embargo, si hay desobediencia, automáticamente, son excluidos del Reino por la propia insubordinación.
El Reino de Dios aquí en la Tierra es la Iglesia compuesta por miembros obedientes a la Cabeza, el Señor Jesús.
Cuando el Dios-Hijo ascendió a los Cielos, Se sentó a la derecha del Dios- Padre.
Y envió al Dios-Espíritu Santo a “sustituirlo” en la conducción de ese Reino o Iglesia.
Por lo tanto, los miembros de ese Reino o Iglesia viven bajo la dirección de la Cabeza a través de Su Espíritu Santo.
Es imposible que un miembro del Cuerpo del Señor Jesús viva fuera de la disciplina, del orden y de la justicia del Reino de Dios.
Si existe desobediencia a la Palabra venida de la Cabeza es porque no se forma parte de Su Cuerpo.
El miembro del Reino de Dios es disciplinado, carga en sí el carácter del Señor, ama la justicia y lucha por ella.
“Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.” Mateo 5:20
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