jueves, 21 de julio de 2011

Epidemia de crack azota a Brasil


De acuerdo con el Ministerio de Salud de Brasil, más de 600 mil personas consumen crack. De esa cifra, la tercera parte ha muerto producto de la violencia. Lo más triste de esta situación, es que las autoridades poca importancia le dan al problema


Isabela, una joven de 16 años, no puede más. Luego de estar por casi dos horas dando vueltas en la cama decide sigilosamente-para no despertar a sus padres-salir a la calle en busca de esa droga barata llamada crack que desde hace dos años consume.

Entre la oscuridad de un paisaje dilapidado por la pobreza donde sobresale las pilas de escombros y basura muy comunes entre las favelas de Rio de Janeiro, Isabela haya a Flavio, un microcomercializador de crack, quien intuyendo la necesidad de la chica se apresura a sacar entre sus bolsillos de su saco raídos por el tiempo un poco de esa droga que tanto gusta a los jóvenes y cuyo paquete de 10 gramos vende a 5 reales (tres dólares aproximadamente).

Así como Isabela, son muchos los adolescentes de esta ciudad de Brasil que últimamente consumen crack. La razón, probablemente esté en el bajo precio de esta droga.

Según Pedro Delgado, coordinador del Ministerio de Salud para salud mental, drogas y alcohol, actualmente existen más de 600 mil consumidores de crack en Brasil.

De acuerdo con este funcionario público, la adicción a esta droga entre los jóvenes pobres de Brasil se empeora debido a la marginalización en que se encuentran.

En una reciente batida en el mercado de crack entre las favelas de Manguinhos y Mandela en Río, la policía y trabajadores sociales recogieron a unos 58 adictos que estaban viviendo en las calles. De ese grupo, diez eran adolescentes o niños. Al menos tres mujeres tenían estado avanzado de embarazo. Todos tenían poca educación, poco o ningún acceso a atención médica y ningún contacto con programas sociales que pudiesen ayudarles.

Entre los niños y adolescentes encontrados por la policía estaba Priscila. De apenas 16 años, lucía las marcas de cuatro años viviendo en la calle: Ausencia de algunos dientes y un par de largas cicatrices en las piernas. Cerca a ella, otro menor de nombre Luiz, esta vez de ochos años, que apenas estudio hasta el quinto grado, tras lo cual se fue de casa, miraba atentamente a los policías sin intuir siquiera a donde le iban a llevar.

Según pudo comprobar la Agencia de Noticias AP, hasta marzo de este año, menores como Priscila y Luiz eran recogidos por la policía y casi inmediatamente dejados en libertad. “Los adictos a crack que viven en las calles son a menudo víctimas de golpizas y abusos sexuales, y las niñas se prostituyen a cambio de poder inhalar crack de una pipa de un hombre”, dice Valeria Aragao, jefa de la sección juvenil de la policía.

Aragao y Rodrigo Bethlem, jefe municipal de bienestar social, colaboran con la policía en un programa piloto que busca cambiar la situación, al menos para los menores.

Los niños y adolescentes recogidos desde el 31 de marzo están siendo devueltos a sus familias, si pueden ser encontradas, o colocados obligatoriamente en centros de tratamiento establecidos especialmente para ellos.

Según la policía federal, el consumo de drogas en Brasil se incrementó cuando este se convirtió a inicios de la década pasada en el principal país de tránsito para la cocaína que proviene de las naciones productoras andinas en ruta a Europa. En Sao Paulo, por ejemplo, las confiscaciones policiales de crack subieron de 595 kilos en el 2006 a 1,636 kilos en el 2009. Mientras tanto, en Río, los arrestos relacionados con el crack aumentaron de 546 en el 2009 a 2 mil 597 en el 2010.

Una batalla mortífera

De acuerdo con estudios de la Universidad de Sao Paulo al que tuvo acceso AP, en el 2009 una tercera parte de los consumidores de crack en Brasil había muerto, en su mayoría a causa de violencia.

Un plan del gobierno federal para combatir la droga fue firmado en mayo del 2010, con un presupuesto de 253 millones de dólares. Críticos dijeron desde el inicio que los recursos no eran suficientes.

Un año más tarde, la implementación anda atrasada. De los fondos presupuestados, solamente han sido asignados 57 millones, y de esos, solamente tres millones han sido gastados.

Llamadas telefónicas y mensajes electrónicos al departamento federal de control de drogas, bajo el Ministerio de Justicia, no recibieron respuesta, aunque las autoridades coinciden en que la situación es crítica.

Centros de apoyo

Cuatro centros con 145 camas en total han sido establecidos para el programa, y hay planes para otros 40. A los adultos se les ofrece tratamiento, pero no se les obliga a vivir en los centros. “Se trata de un problema social, un problema de salud, no solamente de seguridad pública”, sostiene Bethlem. “Ha habido un abandono real, una ausencia del Estado. Estamos tratando de cambiar eso”.

Lo que las autoridades de Río tratan de evitar es la complacencia que creó esos mercados públicos de crack en Sao Paulo. “No podemos comenzar a pensar que es común, aceptable, tener a personas viviendo así”, dice Bethlem.

En el corazón de Sao Paulo, un área de unas mil manzanas es el mayor ejemplo del problema del crack en Brasil. Los adictos se reúnen en grupos de centenares o se separan en grupos más pequeños para fumar sus paquetes.

Una tarde reciente, un hombre de 23 años, que solamente se identificó como Mario, yacía en una sucia acera, desnudo bajo una manta gris. El hombre dio un chupe a su pipa casera y se disculpó por el mal olor que tenía. “Me oriné, pero no puedo limpiarme”. Mario es parapléjico y levanta la manta para mostrar dos piernas encogidas. Él usa una silla de ruedas, pero se la robaron cuando estaba dormido, así que no puede ir a ninguna parte a bañarse.

El alcalde de Sao Paulo dijo recientemente que estaba estudiando la posibilidad de internar forzosamente a gente como Mario. Críticos dicen que eso no va a resolver el problema, sino solamente esconderlo.

Propuestas

Walter Maierovitch, un ex jefe de la agencia antidrogas que continúa investigando y escribiendo sobre el tema, propone programas que ofrezcan a adultos un lugar seguro para usar drogas, además de acceso a servicios de salud y otros programas.

Según esta persona, el gobierno no puede simplemente barrer a la gente. “En Río, incluso la mirada más breve a las vidas de los niños adictos al crack revela la magnitud del reto”, dice.


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