jueves, 12 de julio de 2012

¡GRITOS DE AYUDA!



No solo la niña Romina Cornejo necesita ayuda. Un informe especial de “El Universal” nos muestra que hay muchos casos parecidos o peores que requieren de apoyo de la opinión pública y el Estado.

La doctora Manuela Patricia Rivas Barrutia, especialista en terapia física, ha sido terapeuta de la conocida niña Romina Cornejo, quien quedó cuadrapléjica después de recibir un balazo en la nuca por unos desalmados delincuentes. Ella afirma que la niña tenía buenos avances y que su rehabilitación la podía seguir en Perú, sin la necesidad de viajar tan lejos y gastar tanto dinero.
“Cuando llegó a la clínica Santa Mónica, todos los doctores le diagnosticaban lo mismo: Daño irreversible. Incluso los médicos extranjeros. El único que le dio esperanzas a la niña Romina en mejorar su calidad de vida fue el doctor Hernando Rafael Cruz, el único galeno en el Perú que implanta células madre. Romina ha salido todo el tiempo echada en una camilla en los medios, como si no mostrara mejorías, pero eso no es cierto. Quien te habla ha sido terapeuta de la niña desde que empezó su tratamiento hasta hace algunos días atrás, cuando su mamá decidió llevarla a Puerto Rico. Romina salió de acá, del cuarto 105 caminando. Es mentira que el doctor Osvaldo Font le haya puesto por primera vez los arneses a la niña, porque eso ya se hacía en la clínica”, nos comenta la especialista mientras nos muestra videos y fotografías inéditas, donde se ve a Romina de pie. Una imagen muy distante de la que los medios tradicionales publicaban
La doctora Rivas refiere, además, que luego del tratamiento de Romina en la clínica, siguió con su rehabilitación en casa, siendo las sesiones de tres horas diarias. Nos cuenta, que en la clínica, todos le dieron la mano y que no le cerraron ninguna puerta. “Ella empezó a levantar sus manitos y luego sus piernitas, gracias también a la ayuda del doctor Hernando Rafael Cruz, que es neuropediatra”, comenta la terapeuta. 
Según Patricia Rivas, ella nunca estuvo de acuerdo con el viaje de Romina al extranjero porque lo que prometen allá puede no ser cierto y hasta perjudicial para la salud de la menor. 
De acuerdo con la información recabada, Romina sería introducida a una cámara hiperbálica, para lo cual tendría que desprenderse de todos los aparatos que ella lleva puesto y que  le permiten respirar. 
Conocedores de este riesgo, de acuerdo con Rivas, tanto el Colegio Médico como el presidente y vicepresidente del Colegio de Neurólogos, se opusieron al viaje de la niña. 
La terapeuta increpó a los medios de comunicación y a la misma madre por mostrar siempre a Romina postrada en una camilla, cuando ella ya podía caminar. Sin embargo, esto se puede entender como una estrategia para poder recolectar mayores fondos para su tratamiento. 
“Esperemos que ese viaje le sirva a Romina, porque, a final de cuentas, lo que queremos es su recuperación”, sostiene la doctora Patricia Rivas, quien además es presidenta de la ONG que lleva su mismo nombre. Dicha organización se encarga de ayudar a los niños que necesiten de terapia física y no cuenten con los medios suficientes para hacerlo.
Parálisis cerebral
En el país no solo existen casos como la de Romina. Ahí tenemos, por ejemplo, el de Angie Cumpa Céspedes, una niña que tuvo el desafortunado destino de nascer con una parálisis cerebral.
Postrada en una cama, con un tubo desprendiéndose de su ombligo, sumida en uno de los barrios más paupérrimos del distrito de San Juan de Lurigancho, Angie lucha por su vida. Su abuela, María Gladys Malca, con lágrimas en los ojos, nos pide ayuda desesperadamente. Ella nos narra que cuando Angie nació era más pequeña de lo normal y pesaba cerca de dos kilos, por lo que preocupada la llevó al medico. “En la resonancia magnética me dijeron que tenía atrofia cerebral y que el lado derecho de su cabeza estaba quemada”, cuenta doña María. 
Actualmente Angie tiene seis añitos. Dejó de recibir tratamiento un año por problemas económicos. 
La terapeuta Patricia Rivas nos indica que lo que Angie requiere son los arneses, la mesa bipestal y zapatos ortopédicos. “Ella va a lograr ponerse de pie si le damos la ayuda necesaria. Si la niña no tiene movimientos de piernas, va a empeorar su situación y eso es lo que me preocupa.”, indica la doctora. 
La abuelita de la niña con una biblia en la mano dice que tiene confianza en que Dios le va indicar la puerta que tiene que tocar. “Estoy seguro que el día que yo sepa a donde dirigirme, mi niña va recibir el apoyo que requiere para su tratamiento”, sostiene doña María. 
Actualmente esta humilde familia hace un esfuerzo extraordinario para contar con la medicina que requiere Angie. Por ejemplo, el levetirazetan cuesta 280 soles, y el clonazepan 86 soles.
“Fue una negligencia médica”
A pocas calles de la casa de Angie, sentado en una silla de ruedas que se convirtió en el trono de su solitario reinado, encontramos a César Ricardo Bernuy Ávila. Un joven de veinticinco años que, al igual que la niñita Angie Cumpa, sufre de una lamentable parálisis cerebral. A pesar de su joven edad, su sonrisa aún es la de un niño. Sus manos se muestran contorneadas debido a la nefasta enfermedad que las ironías de la vida pusieron en su camino. Su hermanita menor, Emma, nos recibió con la mirada apagada, típica de quienes deben asumir grandes responsabilidades a tan temprana edad.
“Él tiene parálisis cerebral. A los cinco meses de nacido  tuvo una neumonía. Lo llevamos al hospital y, por alguna negligencia médica, salió de allí con esa enfermedad. Mi mamá me comentó que estaba prácticamente muerto en vida, en estado vegetal, y que los doctores le dijeron que mejor era que se muriera porque iba a sufrir”, recuerda Emma. 
La doctora Patricia Rivas quien también nos acompañó a ver a Ricardo, a quien de cariño le dicen “Chicho”, dice que si él fuera una persona de sesenta y cinco años, su rehabilitación sería muy difícil, pero él solo tiene veinticinco años, es decir, si la rehabilitación comienza ahora, él va poder caminar y hablar.  Además, lo bueno de este joven es que coopera. 
Irene Ávila, mamá de “Chicho” nos relata que una negligencia de parte de un médico, quien le había hecho un tratamiento para el estómago, cuando lo que él tenía era neumonía aguda al pulmón derecho, hizo que su hijo quedara así. 
“Él estaba recibiendo tratamiento. Su avance era muy esperanzador para la familia. Estábamos muy felices. Pero una muerte inesperada de mi padre lo hizo entrar en shock durante cuatro días. Como su padre no vive con nosotros, para él mi papá, su abuelo, era como su papá, y al morir, mi hijo entró en un estado lamentable, que hizo que retrocediera todo su avance. Para que él pueda caminar requiere de ayuda, que nos faciliten todos los equipos. Yo quiero que mi hijo camine”, refiere la madre de Ricardo. 

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