jueves, 2 de agosto de 2012

Cómo manejar a sus hijos sin levantar la mano


Cuando los hijos llegan a la adolescencia muchos se vuelven rebeldes. Esto hace que los padres pierdan en más de una oportunidad la paciencia recurriendo a los golpes para controlarlos. Sin embargo, esa no es la solución. Aquí sepa cómo lidiar con ellos.

Durante la infancia, los pequeños suelen aceptar todo lo que le manifiestan sus padres y reconocen su autoridad, pero en la adolescencia surge su actitud crítica y rebelde. Llega para sus mayores, el momento de marcarles hasta dónde pueden llegar. 
Y también llega para los padres la tentación de darles un golpe a sus hijos cuando no consiguen marcarles los límites que les quieren inculcar y se sienten incapaces de controlarlos. Pero el castigo físico no parece ser la mejor solución. 
“La pubertad, esa temida etapa en que se produce el paso de la infancia a la adolescencia en los hijos, suele encontrar desprevenidos a los padres y los hace sentir descolocados”, asegura la pedagoga y psicóloga Montserrat Doménech, experta en las complejas y problemáticas relaciones de jóvenes y mayores en el seno de las familias.
Según la autora del libro “Padres y adolescentes ¡cuántas dudas!”, las soluciones que eran eficaces para resolver los conflictos con un niño de repente se muestran inútiles para lidiar con un joven.
Pero a menudo, la adolescencia está excesivamente mitificada por muchos padres, que creen que es mucho más difícil de lo que en realidad es. Olvidan que puede ser una etapa enriquecedora para ellos mimos, porque está repleta no solo de conflictos, como temen, sino de retos personales y descubrimientos a veces divertidos.
“Si se toma como un proceso creativo, en el que el aprendizaje de ambas generaciones es recíproco, la pubertad puede ser una gran escuela para todos”, asegura Montserrat Doménech.
Según la experta, hay algo que todos los padres deberían tener muy claro: la diferencia generacional debe existir. “Es muy positivo educar con empatía y conocer los gustos y tendencias de los jóvenes, pero los roles han de mantenerse claramente separados”. 
¿Pero cómo deben los padres tratar a un hijo que parece totalmente fuera de control cuando ellos mismos están al borde de un ataque de nervios por esa rebeldía adolescente y la única y expeditiva solución parece ser levantarle la mano y darle un cachetazo para que acabe de comportarse mal?. 
Según Doménech, “cuando la rebelión sobrepasa la barrera de lo permisible, y por ejemplo deriva en insultos, humillaciones o en una rabieta que parece no tener fin, hasta el educador más progresista se ve tentado a recurrir al viejo método: la bofetada”.
El golpe no tiene valor educativo
No obstante, según la experta “este tipo de reacción hay que evitarla a toda costa porque puede minar la relación entre hijos y padres. La bofetada no tiene ningún valor educativo, y en lugar de ayudar a resolver los conflictos, solo sirve para que el adulto se desfogue. Dado que es un signo de impotencia, debilita la autoridad moral de los padres y la seguridad que los hijos buscan en ellos”.
“Cuando los nervios están a flor de piel es muy difícil llegar a un acuerdo y entonces es preferible pedir un tiempo muerto. Es mejor dejar el conflicto por un tiempo porque es inútil abordarlo ahora y no hay que tomar ninguna determinación que pueda resultar contraproducente”, señala. 
Para la psicóloga y pedagoga “no sirve de nada enzarzarse en una discusión cuando el adolescente está fuera de sí. Cualquier respuesta que le dé la utilizará para reforzar sus argumentos, ya que está convencido de que tiene la razón. Además, mientras dure la discusión, el joven tendrá esperanzas de salirse con la suya y por lo tanto seguirá presionando”.
“Hay que pasar al diálogo en el momento preciso -prosigue la especialista- y después de la rabieta es el momento de hablar con su hijo o hija sobre el asunto o problema. Puede sorprenderle mientras está jugando con la videoconsola o escuchando música tranquilamente, para dialogar”. 
Por otra parte, Doménech aconseja evitar los alardes de autoridad, ya que “las respuestas del tipo `porque lo digo Yo´ desacreditan a los padres. Los adolescentes entienden las cosas mejor de lo que se supone, por lo cual se deben razonar los argumentos que se les exponen”.
“En lugar de insistir en lo que tienen prohibido, es mejor recordarles lo que se les está permitiendo y la responsabilidad que han de asumir con respecto a ellos mismo y hacia los adultos”, aconseja. 
También es preferible incentivar al adolescente en vez de reñirle: “Si un hijo no está estudiando el día antes de un examen, se le puede preguntar `¿te falta mucho?´, o bien recordarle los beneficios de sacar una buena nota, por ejemplo que dispondrá de más tiempo libre”, recomienda la experta. 

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