jueves, 23 de junio de 2011

Inocencia perdida

La violencia sexual infantil en el Perú está creciendo. Lo más preocupante es que la mayoría de los casos se vienen dando en el hogar, donde un mal tío, primo, sobrino y hasta el padre mismo aprovecha su cercanía al menor para ultrajarlo


Solo tenía siete meses de nacida y ya sufrió en carne propia lo que es una vejación. Ella fue salvajemente violada por su propio padre, le han tenido que reconstruir todo el aparato genital para que pueda tener esperanzas de vida. La criatura tendrá que someterse a diversas intervenciones quirúrgicos para lograr recuperarse de la brutal agresión que sufrió por parte de Elvis Egoavil Julcarima (22), conocido ahora como el ‘Monstruo de Satipo’.

El caso de esta niña ha puesto nuevamente sobre el tapete el tema de los abusos sexuales del que son víctimas cientos de niños en nuestro país, muchos de los cuales no se denuncia por temor o vergüenza.

La violencia sexual contra los niños en el país es el claro estigma de la degradación del espíritu cívico de una sociedad totalmente ausente. Estos actos que solo pueden calificarse como “auténticas aberraciones”, son los que actualmente crecen aun ritmo vertiginoso (en detrimento de la seguridad pública) y lo peor es que cada vez son peores.

En el Perú, durante el primer semestre del año 2010 (Enero-Junio), el Ministerio del Interior atendió 2,796 denuncias de violación sexual a menores en todo el país, de las cuáles el 94.31% (2637) fueron mujeres, mientras que el 5.68% (159) varones.

De acuerdo con este ministerio, la mayoría de la víctimas (1,779) tenía al momento de la agresión entre 10 a 17 años. Asimismo 494 de las denuncias recibidas tenía relación con el violador, es decir era una familiar (Hijo cónyuge/Pariente/Menor confiado a su cuidado).

Para Gladys Núñez, psicóloga especialista en temas de abuso sexual de la Fundación ANAR, el hecho de que la mayoría de casos presentados tenga como autor un familiar o pariente e incluso el mismo padre del menor, hace que la víctima sea agredido de forma continua sin generar ningún tipo de sospechas. “Ha quedado demostrado que los niños no informan sobre sus abusos porque temen perder el cariño de sus seres queridos y no quieren causarles un problema familiar”, sostiene Núñez.

En tanto para Yolanda Llanos, psicóloga de la ONG Acción por los Niños, otros de los aspectos del por qué los niños se niegan a denunciar a sus agresores es debido a que la familia no les cree. “Por lo general los niños no suelen mentir en este tipo de casos e incluso son bien detallistas a la hora de narrar los hechos, cosa que es importante para poder desarrollar y fundamentar la denuncia siempre y cuanto se mantenga ciertos lineamientos y los debidos procesos para que el menor no sea afectado. Lo que se recomienda es que en estos casos la madre sea la persona indicada en denunciar el hecho por mas que en la vejación pueda estar involucrado el padre del niño(a)”, enfatiza Llanos

No hay personal ni infraestructura adecuada

Otra de las razones específicas del por qué los menores de edad ultrajados tienen demasiado retraimiento y hasta cierto punto vergüenza, son los procesos engorrosos con los que se tienen que enfrentar una vez presentada la denuncia.

Para la psicóloga Yolanda Llanos, el solo hecho de que un menor pise una comisaria es por lo demás traumático, debido a los rigurosos interrogatorios que la policía realiza (que son 5 en total), en la que el menor tiene que dar su manifestación de lo acontecido ante un personal no entrenado para lidiar con este tipo de situaciones.

Según la especialista que también es abogada de profesión, los mal llamados juzgados de familia no solo no cuentan con personal entrenado para tomar declaraciones a un menor sino tampoco con un lugar adecuado. “Aquí lo que se requiere es dotar, tanto a las comisarias como a los juzgados de familia, de cámaras gessel, el mismo que consta de un ambiente cerrado herméticamente con lunas especiales, para que el niño tenga mucha mas soltura y comodidad a la hora de brindar su declaración”, revela Llanos.

La versión de que en la actualidad nuestros jueces y fiscales no cuentan con un adecuado adiestramiento y entrenamiento para tratar estos casos, es confirmada por el titular de la Fiscalía de Familia de Huánuco, Tulio Bermeo, quien señala además que en muchos casos existen magistrados insensibles que no toman en cuenta que al menor se le debe dar un trato diferenciado propio de su edad.

A juicio de Bermeo, esta realidad se debe a que muchos no tuvieron una capacitación pedagógica y psicológica antes de ser designados como jueces o fiscales de familia. “Lo más preocupante es que el Estado no le está dando especial énfasis a este problema, mientras tanto se sigue designado a cualquier juez para este cargo”, sostiene el representante del Ministerio Público de Huánuco.

Baja autoestima son las principales causas

Para prevenir el abuso sexual se debe establecer mayor confianza entre padres e hijos. Los agresores no operan de un día para otro cuando son familiares.

Por lo general, estos menores provienen de hogares disfuncionales en donde los padres están separados o hay problemas entre ellos y no tienen una adecuada comunicación. El agresor se aprovecha de eso para trabajar y enamorar al niño con regalos, dinero o cariño.

Para la psicóloga Carmen Mendoza, la baja autoestima y alta confianza que tienen estos chicos ayudan al agresor a lograr sus objetivos. Según la especialista, si no se hace una intervención adecuada de los menores abusados, cuando estos sean adultos pueden sufrir de una disfunción sexual. “Si es mujer, pueda que no sienta placer o que se involucre con uno u otro sujeto sin mayor sentimiento. Y si es varón, puede tender a repetir lo vivido o presentar conductas homosexuales”, sostiene Mendoza.

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