jueves, 31 de mayo de 2012

A 42 años de la tragedia que enlutó al país



Producto de uno de los terremotos  más fuertes de los últimos 100 años, el domingo 31 de mayo de 1970, unas 80,000 personas encontraron la muerte en gran parte de nuestro país. Como consecuencia de esa tragedia, el Instituto de Defensa Civil realiza todos los años un simulacro de sismo para que todos los peruanos sepamos cómo actuar ante una tragedia de esta naturaleza.

El 31 de mayo de 1970 a las 15 horas con 23 minutos, los departamentos de Ancash, Huánuco, La Libertad y Lima fueron sacudidos por un terremoto de 7,8 en la escala Richter que tuvo como epicentro las costas de las ciudades de Casma y Chimbote en el Océano Pacifico. De esa fecha a la actualidad han transcurrido 42 años. Hoy, el país está advertido que muy posiblemente pueda sufrir en cualquier momento un fuerte terremoto, toda vez que no ha habido en los últimos años un violento sismo que libere toda esa energía acumulada en el subsuelo peruano. 
Aún si bien el ser humano no cuenta con la tecnología para prevenir un desastre de esta magnitud, lo que si puede hacer- y lo está haciendo-es realizar trabajos de prevención a través de los simulacros. El último que se realizó fue el 31 de mayo, fecha en la que se recuerda uno de los peores desastres que asoló el país por culpa de un terremoto.
Como se recordará, ese día de 1970, unas 80,000 personas murieron sin contar con los desaparecidos que oficialmente se dice habría llegado a 20,000. Habiendo alcanzado el número de heridos a 143,331.
Sin duda alguna, la zona andina de Ancash, la pintoresca área del Callejón de Huaylas, resultó siendo el área más castigada por el terremoto. El sismo de una magnitud de 7,8 grados en la escala de Richter que tuvo una intensidad de hasta X y XI grados de Mercalli, destruyó el 97 por ciento de la ciudad de Huaraz.  El resto de ciudades y pueblos del Callejón de Huaylas también fueron destruidos casi por completo, desde Recuay por el sur, hasta Huallanca por el norte. La tercera ciudad en importancia, Yungay, terminó por su parte sepultada junto a Ranrahirca como consecuencia de un alud, desapareciendo 25.000 moradores. 
En Yungay, los pocos habitantes que se salvaron fueron aquellos que corrieron hacia el cementerio de la ciudad (una antigua fortaleza preinca) y los que asistieron a un circo itinerario llamado “Verolina”.
Los aludes y derrumbes obstaculizaron caminos y carreteras, y estancaron partes del Río Santa. El ferrocarril que unía a Chimbote con Huallanca desapareció.
En la zona costera, los efectos del sismo destruyeron grandes sectores de la carretera Panamericana entre Huarmey y Trujillo (Departamento de La Libertad). Tanto la ciudad como el Puerto de Chimbote quedaron con averías incuantificables, en la zonas de San Pedro y Lacramarca todas las construcciones se derrumbaron, al igual que las industrias pesqueras y daño similar a las metalúrgicas; en algunas áreas el suelo se agrietó hasta expulsar chorros de agua que alcanzaron un metro de altura. La ciudad perdió más de 2,800 habitantes. En Casma, en una vieja ciudad de adobes murieron 800 personas, y más hacia el sur, en Huarmey 1,300. 
Por su parte, la provincia de Bolognesi tuvo 1,800 víctimas, habiéndose producido por culpa del sismo cuantiosos derrumbes que incomunicaron a pueblos completos, donde se da referencias que algunas personas enterraron a sus parientes sin notificar. La zona andina siguiente al Callejón de Huaylas, conocida como Conchucos, quedó con daño moderado, pero gran parte de las construcciones quedaron inhabitables, y muchas personas murieron mientras se encontraban en laborando en áreas agrícolas debido a derrumbes. La zona quedó aislada por varios meses del resto del país.
A raíz del terremoto de 1970, dos años después, el gobierno de entonces creó el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI). Asimismo gracias a la ayuda internacional que recibió la ciudad de Yungay, esta recibió el nombre de “Capital de la Solidaridad Internacional”.
Es ilustrativo recordar que, apenas dos horas después del terremoto, el Hospital Regional de Huaraz, con una capacidad de 150 pacientes, registró el internamiento de 670 heridos graves con traumas múltiples y fracturas graves. La falta de planificación anticipada planteó un reto para la imaginación y creatividad de las autoridades locales de salud. Dada la magnitud del problema y la escasez de personal médico y de enfermería, se decidió aplicar triage, un concepto totalmente nuevo para el personal de salud que prestaba allí servicio.
Como la capital ancashina quedó sin energía eléctrica y el generador que lo suplía en el hospital estaba inhabilitado, las intervenciones quirúrgicas y la atención de urgencia se practicaron con el único auxilio de velas que fueron donadas por iglesias y conventos. Las autoridades locales resolvieron el problema de la escasez de agua potable estableciendo que todos los familiares de los pacientes que acudían a solicitar información, sólo serían recibidos si llevaban un balde de agua del río, de filtración o de manantial, que era permanentemente depositada en cilindros instalados en cada uno de los servicios del hospital. Cuando se agotaron los medicamentos en el hospital, la policía incautó todas las medicinas que se encontraban en los escombros de las farmacias de Huaraz.
Este desastre fue el primer aviso para nuestro país. Sobrevivir a un terremoto y reducir su impacto en nuestras vidas requiere preparación, planeación y práctica. La población debe identificar y reducir los posibles riesgos en su casa, y practicar lo que la familia hará durante un sismo y después de él. Esto le ayudará a minimizar los daños en caso de un terremoto.
En recuerdo de esta tragedia, todos los 31 de mayo, el INDECI realiza un simulacro de sismo en todo el país, donde los peruanos tenemos la oportunidad de reafirmar conjuntamente el valor de la vida, la integridad, la seguridad y el bienestar general.

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