viernes, 4 de enero de 2013

La conquista de lo imposible


Las peleas conyugales pueden ser ocasionadas por diferentes motivos y, si por lo menos uno de los lados no busca una solución para que haya entendimiento, el resultado podría ser el divorcio. El empresario Wellington Mariano de Brito, de 40 años, y su esposa Adriana, de 36, relatan que si no hubiesen tomado la iniciativa de buscar ayuda espiritual en el Cenáculo del Espíritu Santo se habrían separado. “Cierta vez, los vecinos llamaron a la policía para acabar con las discusiones”, contó Wellington. 
Pero además de los problemas conyugales, el matrimonio tenía una gran deuda. “Vivíamos de favor, pues no teníamos condiciones de pagar el alquiler. Llegamos a tener 80 mil reales (cerca de 120 mil soles) en deudas”, recordó. 
En un determinado día, al salir de una consulta médica en que hacía tratamiento para la depresión, Adriana estaba decidida a suicidarse. “Quería matarme, solo que, en el camino, vi el Cenáculo y decidí entrar. A través de mi primera oración, Dios me libró de aquel mal interior, curándome de la dolencia”, relató. 
Por medio de la iniciativa de la esposa, Wellington también pasó a ir al Cenáculo del Espíritu Santo. “Cuando percibí que Adriana estaba cambiando, decidí frecuentar y hacer las cadenas de oración escondido”, explicó el empresario. 
El sacrificio por el sueño
El matrimonio comenzó a participar juntos a las reuniones e, inclusive, participaron, con mucha determinación, en la Hoguera Santa de Israel. “Hicimos nuestro sacrificio y Dios nos mostró que lo imposible podría acontecer. Nuestro matrimonio fue restaurado, las peleas acabaron y pasamos a respetarnos”, afirmó Adriana. En la Hoguera Santa siguiente, dimos un fin a las deudas: “En las Hogueras que vinieron después, como no habían más deudas, conquisté bienes materiales. En la quinta vez que participé, conseguí realizar el sueño de ser dueño de mi negocio propio. Abrí una empresa e ahora tengo clientes por todo Brasil”, declaró el empresario. 
Hoy, la familia tiene todo el confort y estabilidad. “Yo, Adriana y mi hija, Raíssa Lara, de 17 años, hacemos viajes para el exterior, tenemos autos y motos importados y una casa muy confortable. Estoy agradecido a Dios por todo lo que hizo por nosotros”, concluyó Wellington.

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