miércoles, 1 de septiembre de 2010

El precio de la vanidad


La obsesión de verse más bellas llevó a muchas mujeres a sufrir de amputaciones de piernas, glúteos y de senos a manos de charlatanes, malos médicos o cosmetólogas. A pesar de los riesgos que traen las cirugías plásticas, cada día más personas se someten a estas prácticas

Andrea creyó que saldría del consultorio con “glúteos de artista”, como lo prometía el anuncio de aquella seudo clínica de medicina estética. Para cumplir su sueño sólo tenía que pagar mil dólares. En ese entonces tenía 23 años y estaba recién casada. Quería darle una sorpresa a su marido, pero la sorpresa se la llevarían los dos, algunas semanas después.
Ilusionada, dejó que le pusieran una inyección. No sabía que la ampolleta contenía silicón industrial. A los pocos días tal como le afirmó el cirujano sus glúteos empezaron hacer redondos y firmes. Ella y su esposo estaban contentos. Pero las “nalgas de artista” sólo le duraron dos meses. Luego vino el dolor, las complicaciones. El vía crucis.
Acudió, ahora sí, con un médico certificado para ver que pasaba. Luego de 30 minutos de revisión la conclusión del galeno fue lapidaria. Sus glúteos estaban negras, acartonadas, se habían convertido en la capa más dura del cuerpo. Su nalga era una especie de cemento seco. Sin forma. Sin movimiento. Sin estética.
A juicio del doctor Ángel Alvarado, ex miembro de la Sociedad Peruana de Cirugía Plástica, quien fue el que auscultó a Andrea, si ella no quería perder la vida debía perder parte de sus glúteos.
Andrea consiguió que esta operación se la hicieran en un hospital público. Y luego vinieron diversas intervenciones médicas para reconstruirle las nalgas.
Por ocho años ella usó calzones con relleno. Dejó de visitar playas y tiró sus bikinis. No se volvió a poner jeans. Cambió su guardarropa.
Según el cirujano Andrea por suerte tuvo acceso a un hospital de seguridad social donde fue sometida a varios procedimientos quirúrgicos y, años más tarde, regresó con él para que le aminorara las cicatrices con otra cirugía.
Luego de varias intervenciones reconstructivas, volvió a usar traje de baño. Sigue casada y hoy sólo es parte de la estadística que lleva el cirujano, pues al menos entre seis y ocho pacientes visitan al mes su consultorio con historias similares. Todas desgarradoras.
En sus expedientes del hospital hay registros de amputaciones de piernas, glúteos, reconstrucciones de rostro. Todas estas personas han sido víctimas de charlatanes, instructores de gimnasio o cosmetólogas que para ganar credibilidad suben a Internet las fotos de las artistas que se han sometido a sus “exitosos” tratamientos.
Los rostros de los famosos son el gancho. “Atrapan”, afirma Alvarado.
Ampolletas en cualquier lado
Las ofertas de ampolletas a base de biopolimeros (silicona líquida) para aumentar los glúteos, las piernas y los pómulos están accesibles, a la vista, en Internet, en anuncios espectaculares, en folletos a todo color con direcciones de seudo clínicas, estéticas y gimnasios que te hacen bella con un pinchazo.
Las inyecciones las ofrece cualquiera; el instructor de pesas, la que pinta el cabello, los masajistas de spa. Las promocionan como una novedosa técnica brasileña con más de 20 años de prueba. Sólo Mentiras. En Perú, apenas tienen algunos años que se popularizó y ha cobrado no sólo piernas y nalgas, sino vidas.
Para el doctor Andrés Wiegering, presidente de la Sociedad Peruana de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva, los pacientes nunca saben qué contienen las famosas ampolletas, muchas veces se trata de aceite de cocina, de bebé, de automóvil o bien de silicón industrial que al principio crean volumen en el área donde se aplican, pero después la sustancia se desparrama entre los tejidos, ocasiona problemas de circulación, irritación, aparecen ronchas y se oscurece la piel hasta que se complica de tal manera que, en el mejor de los casos, sólo queda amputar”, explica Wiegering.
Hay más
Historias como las que cuenta el doctor Andrés Wiegering también los tiene su colega Marco Antonio Lazo Núñez, otro de los 160 cirujanos plásticos certificados por la Sociedad Peruana de Cirugía Plástica.
Lazo cuenta que ahora también las clínicas están trabajando con una nueva sustancia llamada bioplastía que aumenta ciertas partes del cuerpo, como nariz, senos, piernas, pómulos y glúteos. “Comenzó a usarse en Brasil, pero no hay bases científicas que la avalen, es popular porque hasta cierto punto es barato, promete los mismos resultados que una cirugía y la gente le cree más si las anuncia un artista”, lamenta.
Los riesgos, asegura, se corren porque es difícil saber qué le inyectaron, “llegan a los consultorios de los cirujanos plásticos con daños severos e irreversibles. Con el tejido caído y esa especie de cemento pegada al cuerpo sin que sepamos qué sustancia les metieron”.
Explica que el Polimetin Metacrilato, otra sustancia popular, se usa en ortopedia para fijar prótesis de cadera, pero que el cuerpo tiene diferentes reacciones ante ella. Se usa en Brasil desde hace cinco años. Aunque el asunto se agrava si se trata de inyecciones con otros productos como aceites, que pueden provocar la muerte, una infección o deformidades.
Hospitales de Seguridad Social
Carlos Vera, ex jefe del servicio de Cirugía Plástica Estética y Reconstructiva del Hospital Rebagliatti, reconoce que a este nosocomio acuden mujeres y hombres de todo el país, candidatos a una cirugía reconstructiva por complicaciones causadas por una mala cirugía estética o un tratamiento con medicamentos mal empleados.
Sin dar cifras oficiales, explica: “Atendemos secuelas de todo tipo de cirugías por una complicación profesionista, defectos congénitos y malas prácticas médicas, atendemos a quien lo necesita y recibimos casos todos los días”.

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